jueves, 26 de abril de 2007

En aquel cubo de aquel sucio y extraño antro podías encontrarla. Podías encontrar cualquier cosa en aquel lugar. Y una de esas extrañas cosas era aquella masa cuasi líquida. Una extraña mezcla heterogénea de textura viscosa, color indefinible y sabor agridulce.

Avísame, si algún día quieres verla. Te gustará. Pero lo mejor es que yo te acompañe, la conozco bien. No es que sea imposible entrar sólo, ni siquiera cuando no tienes ni idea de lo que habita en su interior. Pero conlleva más riesgos de los que cualquiera estaría dispuesto a asumir en una bonita mañana de primavera.
Una fábrica de juguetes en desuso, mutilada y abandonada, pero que no ha perdido el encanto. Es más, me atrevería a decir que gana en ello con los años. Cuya puerta, con la pintura desconchada simulando la gran boca de un payaso dentudo, y de cerradura oxidada, es inútil tratar de abrirla más que con una ganzúa o, si sabes hacerlo, con algún clavo oxidado o ganchillo.

De niño, cuando estaba en funcionamiento, mi propio tío trabajaba en ella, y mis visitas eran tan frecuentes que el capataz empezó a encargarme tareas. Sin duda era un abuso, pero yo lo hacía con tantas ganas que no se me hubiera ocurrido, ni siquiera, pedir algún incentivo. A cambio, de todas formas, me habilitaron un cuartito allí, con una cama, un armario, una cómoda, dos sillas y una mesa. Y también un espejo. Así podía quedarme hasta tarde viendo como la máquina procesaba las piezas y formaba los distintos tipos de juguetes.
Incluso comía con los trabajadores. A mi pobre madre, que veía un futuro como trabajador para mí allí, todo esto no la disgustaba, sino que la agradaba hasta el punto de que ella misma me traía a veces sus guisos a mi habitáculo de la fábrica de juguetes.
Yo, que era un niño, tenía curiosidad por todo, y algunas de las cosas que había por allí me resultaban del todo extrañas, no sólo la enorme máquina con sus secreciones y humos.
También un agujero señalizado que había en el suelo, hacia el cual siempre profesé una enorme curiosidad, pero por el que no pude bajar hasta ya muy mayor, debido a que las pocas veces que me encontraba sólo, temía que si no podía salir, los trabajadores tendrían que sacarme de allí al día siguiente, y probablemente me echaran de la fábrica aludiendo a los peligros que yo corría en el lugar.

Aquel cubo estuvo allí siempre, incluso me atrevería a afirmar que no cambió su posición siquiera, era casi como si estuviera pegado al suelo. Cuando un producto salía mal, lo lanzaban al cubo, que despedía de inmediato un sonido chasqueante y un vapor tóxico que te hacía pensar que contenía ácido sulfúrico o algo parecido. Mi tío me advirtió acerca de él el primer día que fui a la fábrica.

Simplemente no lo toques, no te acerques, no lo inhales, no lo pruebes., me dijo.

Y yo le hice caso. Ya lo creo que le hice caso. No porque fuera mi tío, al menos, no todo el tiempo fue por eso. La realidad era que el destino que corrían los juguetes allá dentro no me era agradable para nada, y no tenía intención de compartirlo con ellos.
Un par de décadas más tarde, abandonada la fábrica ya hacía años entré, por primera vez, en aquel lugar olvidado. Como poseído por algún ser externo, me dirigí, no a mi cuarto para contemplar recuerdos, no al agujero para sanar mi enorme curiosidad, sino al cubo. Aquel enorme cubo gris de distintas tonalidades. Tonalidades que cambiaban según el lugar donde miraras, y que yo siempre había considerado un efecto de los vapores de la máquina de juguetes.

La máquina estaba ajada y vieja, aunque yo tenía el presentimiento de que seguiría funcionando, pero el cubo seguía igual, ni nuevo ni viejo, presidiendo aquella habitación. Entonces, me dirigí hacia él y asomé mi cabeza a su interior. Aquello era alucinante, como el recipiente lleno de agua que el pintor utiliza para mojar el pincel, adquiría colores y tonalidades totalmente diferentes. Metí el dedo meñique, para empezar, quizá porque nunca le he concedido mucha utilidad, y no ocurrió nada, excepto un cambio de temperatura curioso.
Mi dedo parecía estar en una tarde cálida de verano, mientras yo me encontraba en una fresca mañana primaveral. Me sentí estúpido por este pensamiento y me llevé el dedo a la boca. Era viscoso, sabía agridulce, no puede decirse que estuviera asqueroso, pero no era precisamente agradable. Me acerqué más, apoyándome en el borde y elevando mi cuerpo, para colocarme justo a pocos centímetros de aquel semilíquido cuando, antes de ver una especie de pez, lejano como si no estuviera dentro del líquido, sino en otra parte, mirándome tal como yo a él, caí en su interior y fui absorbido.

Colores se sucedían, lugares y sabores, podía respirar en su interior y era transportado hacia alguna parte. Me movía como atraído por un imán, más que por la ley de la gravedad. Cuando aterricé, mareado, alucinado e intentando discernir lo real de lo soñado, lo primero que vi sobre mí fue al pez. Aquel pez que vi fuera del cubo. Aquel pez observándome minuciosamente.

"Tú no eres un juguete.", dijo, con voz aguda y rasposa.

"No, caballero, no lo soy.", le contesté a aquel ser, que ahora podía ver al completo, y que, aún con naturaleza de pez, se sostenía sobre dos patas y en lugar de aletas tenía brazos. Por supuesto, cubierto al completo de escamas.

"¿Y qué haces aquí entonces?", preguntó, sin dejar de sostenerme la mirada.

"Me caí. Trabajaba en la fábrica de juguetes de niño, antes de que la cerrasen. ¿Sabe usted? Entré para recordar viejos tiempos y al mirar dentro de un extraño cubo que teníamos allí, tropecé y caí dentro. Y lo primero que veo con claridad desde entonces es a usted.", le confesé, rogando en mi interior no estar sobrecargando de información al pobre.

"Así que eres un... humano extraviado.", comentó por lo bajini.

"Esto..., sí, pero no por mucho tiempo, ya me están buscando mis familiares y amigos allí", le dije, tratando de sonar a verdadero, ya que temía lo que aquel bichejo marino quisiese hacer conmigo.

"Y eso... ¿cómo lo sabes? Contéstame, humano.", disparó. A mí me dolió, la verdad, porque lo cierto es que había dado en el clavo. No sólo no estaban buscándome. Tampoco lo harían en mucho tiempo, y a nadie dije donde iba. La posibilidad de quedarme allí siempre no me agradaba en absoluto.

"Oh, porque... me esperaban fuera de la fábrica y se asustaran si no vuelvo, amable caballero", respondí de modo poco convincente.

"Entiendo.", dijo. "De todos modos, hace mucho que no recibimos nada vuestro aquí y debería informar de esto, ¿comprendes? Antaño nos mandábais vuestros juguetes y nosotros os pagábamos como exigiera cada ocasión, pero de repente un día no cumplísteis vuestra parte del trato, no nos llegaron los pedidos, y ya nunca más volvimos a saber de vosotros.

Al principio, el Juguetero trató de tranquilizarse a sí mismo diciéndose, y diciéndonos, que sería un contratiempo de pocos días. Luego aquello no le sirvió ni a él mismo y enloqueció. Nuestro pueblo ama los juguetes, ¿sabes? Nos encantan. Pero aquí no tenemos ninguna forma de hacerlos. Los materiales no se mantienen de la forma en que los moldeas, ya lo intentamos.

Llevamos viviendo décadas sin juguetes. Imagínate cómo nos sentimos. Nuestras hijas e hijos no se aburren, es cierto, ¡son niños y niñas, saben divertirse! Pero nosotros no podemos hacerles regalos con los que jugar, y nos sentimos totalmente fracasados. ¿Compreeendes?", arrastró el comprendes de una manera realmente lastimera que empezaba a hacerme dudar de sus intenciones.

"Oh, entiendo perfectamente, caballero. Lo... lo comprendo todo, pero no puedo hacer mucho. Yo tan sólo trabajaba allí con mi tío. Cuando la fábrica cerró, despidieron a los trabajadores y no supimos más. También fue un duro golpe para un montón de familias, que tenían planificado su sustento en ella. Nosotros no quisimos que la cerraran. Fueron los dueños, supongo. Espero que no me culpe a mí..., no tuve nada que ver, se lo aseguro. ¡Ojalá siguiera abierta la fábrica!", le dije entusiasta, tratando de que sintiera que me solidarizaba con él. Por un momento dudó, oscilaron sus ojos de una manera ridícula y, por fin, sonrió. Para alivio mío.

"Mmmm..., está bien, humano, está bien. Entiendo que tú también te sientes estafado y, como nosotros, te gustaría ver otra vez en funcionamiento la fábrica, ¿no es cierto?"
"Eh..., claro. ¡Por supuesto que sí! Sin duda alguna, señor. No existe cosa alguna que me apetezca más en este momento", le dije, sin saber qué otra cosa podía decir que me beneficiara en estos momentos de incertidumbre.

"Pues entonces yo, Ulrico Rupertson, te acompañaré a tu tierra y veremos lo que podemos hacer. Si estás de acuerdo, claro..., si no, podrías acompañarme a..."

"No, no, por supuesto que estoy de acuerdo. No perdamos más tiempo.", interrumpí, con claras intenciones. "¿Piensa usted que sería bueno que me acompañase? Para nada es un intento de escabullirme, tan sólo quiero asegurarme de que no correrá peligro teniendo en cuenta la atmósfera y el clima que existen en el lugar de donde vengo".

"Oh, no te preocupes por eso. ¿Acaso tú estás padeciendo algún mal?", me preguntó, lo cuál me dejó trastocado porque hasta entonces no había reparado en ello. ¿Estaba yo padeciendo algún mal?, "Pues entonces, yo estaré igual de bien allí. Vamos, sígueme, que te mostraré la salida que da a tu mundo."


Y entonces, me llevó a una bañera, una bañera vieja y cómica, con patas de ésas emulando a las de un león y grifos bañados en oro, ahora ya desconchado. La bañera, por supuesto procedente de la Tierra, contenía en su interior el mismo tipo de sustancia que la que se encontraba en el cubo de la fábrica de juguetes. Una extraña mezcla heterogénea de textura viscosa, color indefinible y sabor agridulce. Me quedé mirándola y aquel pez cabrón me empujó hacia ella y vi como saltaba en su interior antes de...................................................................................................................... ............................................................................................................................

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miércoles, 11 de abril de 2007

Mutilación de la infancia

Muchos niños gritaban, lloraban, no tenían ganas de ser decapitados y pataleaban. Las madres, impasibles, los iban colocando en la guillotina y el grillo siguió cantando, desesperado, su ridícula canción.

La temible Verdad lo agarró por las antenas y le preguntó el por qué de su canto desesperado, a lo que este contestó:

"Canto por todos aquellos que ya nunca podrán cantar".

Ante esta estúpida y pueril contestación, la Verdad no puedo más que reírse a gusto, soltando al grillo de las antenas y pegándole una solemne patada, antes de volverse hacia sus obligaciones.

También canto, continuó el grillo para sus adentros, por todos aquellos a quienes se ha obligado a entonar himnos contra su voluntad, sin importar los ventrículos de sus corazones.

La Verdad, que no sólo escuchaba la voz, sino también el pensamiento, no pudo más ante tamaña demostración de poesía y estupidez, y empezó a reírse a carcajadas mientras el penúltimo niño era decapitado y su cabeza seccionada se escurrió y, en lugar de caer sobre la cesta junto a las demás cabezas sangrantes, cayó al suelo, manchándolo de sangre.

Y el último niño gritó con desdén a la Verdad que ya no tenía cabida en el mundo, y todas las madres vieron como sus propias carnes, músculos y huesos se pudrían y murieron en una lenta agonía, y la Verdad agonizó y murió con ellas, y las cabezas de los niños ya muertos sonrieron de felicidad y el grillo cantó, por última vez antes de ponerse a bailar.
11 de abril de 2007,

11 millones de criaturas diferentes de 11 billones de planos diferentes se dirigen a mi ciudad para el Primero de Ectunio.

Cada una de ellas, con sus diferentes razones para ocupar el subsuelo de este antro aberrante que apesta a pis y a humo de fábricas y vehículos motorizados, a politiqueo, a muerte y desolación.

Cuando el día señalado llegue, a la hora correcta, el mar y la tierra se abrirán al paso de seres tan grotescos e increíbles como hostiles hacia las razones humanas que han hecho posible, de tantas maravillosas maneras, el sufrimiento y el dolor, la dominación y la coprofagia. El ser humano engulle su propia mierda de maneras muy variadas, que al cabo de los siglos han perdido todo vestigio de novedad, y llegado el presente día, ya todas de acuerdo, estas criaturas, este peligro inminente para el Occidentado y otros Esclavistas, se acercan a nuestra ciudad para cumplir sus ambiciosos objetivos.

Matemáticamente y según unos cálculos realmente vistosos con los que Springjaürffeson hace las delicias de sus contertulios en fiestas y compromisos, este reputado y acreditado científico y profesor bilbaíno ha desvelado a la opinión pública los motivos y la lógica de lo que se está llamando "La Invasión" o también "La invasión extraterrestre". Springjaürffeson no ha dudado en afirmar reiteradamente, con modestidad qué duda cabe, el hecho de que sus cálculos no son más que el modus operandi de estos insectos gigantes y ultraevolucionados, sapos de tres metros de altura con juego de cuchillos propio, peces anfibio que caminan sobre dos piernas, utilizan boina y recitan poesía, etc., el cual se apoya en la Inversión de los Valores y Acciones Humanas más Toleradas y Popularmente Respetadas de la Época Contemporánea.

Según Springjaürffeson, todo este galimatías significa que "los pobres heredarán la tierra", si es que queda algún pobre, puesto que casi todo ser humano habido y por haber la ha emprendido cruelmente con algún semejante sin motivo alguno, o sólo por placer. Lo que viene a significar, continúa el profesor, es que estos seres son, en apariencia, profundamente morales, y consideran todo acto de autoridad una tiranía contra el individuo y su entorno, con lo cual, la exterminación de todos los seres autoritarios se encuentra en el primer punto de su programa, por decirlo de algún modo.

"¿Está usted diciendo que las primeras víctimas en sucumbir serán los miembros del Gobierno y las Autoridades Nacionales e Internacionales?", pregunta un periodista.

No sólo eso, prosigue el profesor bilbaíno de amplia tez, sino también sus opositores políticamente hablando. Ellos están en contra de la democracia, tal y como usted y yo la concebimos, y nos situarán, amablemente a base de degluciones masivas y genocidio, en una época de caos y descontrol, políticamente hablando, de nuevo. Por supuesto, no utilizarán armas químicas más allá de sus venenosos escupitajos, ni artefactos dinamiteros o bombarderos de ningún tipo. La situación no se parece mucho a ninguna guerra que usted recuerde, ni las 2 Mundiales, ni la del Golfo, la Invasión a Irak o el apartheid de los israelíes hacia los palestinos. Ni siquiera podría compararse con algo así como la película Independence Day, sino más bien como un coto de caza gigantesco y público donde once millones de seres pretenden darnos muerte si hemos hecho sufrir a nuestros hijos o hemos intentado forzar a otros a hacer cosas que no querían.

"¡Pero entonces esta es la peor catástrofe a la que se enfrenta la Humanidad! ¡No puede ser cierto! ¿Está usted seguro de lo que dice?"

Como lo oye, y como que me llamo Donald Saggunthom Springjaürffeson, caballero., sentenció el bilbaíno científico.

El primero de Ectunio se acerca. Algunos volcanes que se creían apagados, han reanudado su actividad, tales como el implacable Volcán Justiciero de Nueva York, o La Inmensa Muerte Ardiente, en Tokyo.

Inundaciones por todo el globo han enterrado bajo las algas montones de fábricas y de complejos urbanísticos sin que, sorprendemente, haya habido pérdidas humanas. Hay quien habla de extrañas criaturas que se nos aparecen mientras dormimos y nos salvan la vida mientras nos queman la casa. Sea cual sea la verdad, la situación no deja de ser pintoresca y maravillosa para todo aquel con un fervor pasional por el Arte.

Según el mismísimo Hombre del Tiempo, Ectunio es un mes situado entre Febrero y Marzo y podría considerarse como el 29 de Febrero, que transcurre únicamente cada cuatro años. Se sabe que en antiguas culturas situadas en la zona de México D. F. llamaban a ese día Febrarzo, y lo consideraban un mes del año, sin importarles la coherencia numérica, vaya usted a saber por qué.

Hoy, a día 27 de Febrero de 2008, esperamos con impaciencia y terror la caída de todo el Imperio Tecnocrático, pese a que ya casi no queda en pie ninguna ciudad, el armamento militar ha sido extinguido, evaporado, destruido u oxidado en su totalidad, las autoridades se han escondido en zulos y mueren lentamente de hambre y miedo, la fauna y flora vuelve a tomar aquello que se le había arrebatado y el Dodo, resucitado, vuelve a practicar sus extraños juegos en las playas y carreteras.


Hoy, dos días antes de que todo acabe, aprovechamos para decirles a las generaciones futuras, de haberlas, que no la caguen, que no se manden unos a otros, se maltraten o mutilen, que eso está muy mal y que además, si lo hacen, vendrán millones de criaturas del espacio exterior a aplastarles con pasión y decisión.

martes, 10 de abril de 2007

Las páginas 71-72 y 73-74 de mi líbreta en el rincón verde de mi isocortex

El iluminado y membranoso cielo verde irradiaba un calor sofocante, y mi resina circulaba por el floema de mi cuerpo rápidamente. Noté el sabor de la sacarosa en mis tejidos. Sentía el sudor frió de mi acuosidad latente. Las antenas serpenteantes daban latigazos precediendo tres metros mi avance. La Rama por la que me desplazaba, la Rama del Hongo Ácido musitaba sonidos de tambor bajo mi paso nervioso. La antena izquierda se detuvo ante unas láminas secas y homogéneas. El sabor de las dos laminas me reveló que se trataba de una pasta de celulosa con un extraño compuesto. Me acerqué y palpe con mayor entusiasmo, admirando su forma geométrica y notando trazas sobre la superficie, que a decir por el sentir de mi piel debe de reflejar mucho la luz... las trazas... sobre estas marcas que me harían y harán meditar largo tiempo solo puedo contar esto.

Sentimientos concretos me golpeaban en una frecuencia extraña. Temblaba y me agachaba tocándolas. Sentí un olor violento y demasiado definido para ser real. Formas podían ser Vistas sin Estar. Podía sentir sin que mi cuerpo participara, separación abismal. Las trazas me transferían conceptos. Adapté cada surco a un código, como el de las estaciones y empecé a temblar.

vegetal 1.1

lunes, 9 de abril de 2007

Saltamos como ranas porque el suelo tiembla y las nubes me manchan de color plata cuando el cascabel de la gata nublada vibra como la tierra. Chicharras tratando de invocar a Eolo en la plaza de los Cangrejos. La farola que me pregunta la hora es atacada por el banco que empuña una cimitarra con empuñadura de caracolas. Saltamos por las rocas.
Reflejos en el mar que aniquilan el horizonte convirtiéndolo en ruido y también el albatros negro ardía en hielo verde. Lluvia.

"oye, tío, imagínate un suicidio perfecto orquestado por un bolígrafo que has usado demasiado..."
Dijo el oso que llevaba un pendiente de madera, el mismo que había traído a Corto Maltés con nosotros susurrándonos baladas como brisas, vientos de lavanda en las orejas. Palabras que hacen trizas las palmeras con sus borrascas costeras. Huh... cocos rellenos de almendras ruedan empujados por trilobites voladores. Detrás de ellos solo llegaba a ver cuatro ranas color jade saltando porque tras los cocos el suelo tiembla y las nubes las manchan de color plata cuando el cascabel de mi mirada parpadeaba.

Un cítrico suicidio de vitamina C cada 30 segundos.

Yo, reconozco públicamente mi uso del corrector del word, y es más, reconozco tambien mi uso de la herramienta de Sinónimos que ofrece. El Exprimidor.
Visualización 1.0


Me hundo, poco a poco...
Me encuentro sentado, jugando con la arena en el abismo, construyendo castillos y haciéndolos caer, mientras las extrañas criaturas de las profundidades marinas donde me encuentro me rodean, me observan, me alumbran con sus peculiares apéndices luminosos. Y, de repente, me doy cuenta de que me hundo. Y, precisamente el hecho de tomar conciencia de ello, es lo que acelera mi completo hundimiento hacia... dondesea.

Me hundo, cada vez más rápido...
Me encuentro sentado, pero sobre arenas movedizas, ahora lo sé. Y ahora que lo sé, me hundo cada vez más rápido, asfixiándome. Me ahogo con la suavidad mortal de las sábanas que tantos amantes utilizaron alguna vez para sus asesinatos pasionales.

Mientras caigo, visualizo al mismo tiempo dos mundos diferentes, entremezclándose, difuminándose; uno oscuro y húmedo, fangoso, donde tan sólo existe el recuerdo de luz allá en la superficie; otro oscuro y húmedo, más sólido, con aspecto bodeguil, iluminado desde lejos, con algún destello de luz proviniente de lo más profundo del lugar.


Ahora ya, completamente en la estancia construida de madera, húmeda, miro hacia arriba y veo una especie de cristal transparente, a través del cual pueden contemplarse las figuras y siluetas marinas, sus reflejos, destellos, movimientos, colores...

¿Qué ocurriría si tratase de volver por el lugar de donde he venido? No será ahora cuando lo descubra, pues decido olvidar esta entrada, salida o lo que sea por un momento, y concentrarme en caminar en la oscuridad, siguiendo el rumor de las voces que creo oír, en alguna parte de este antro húmedo y mohoso, como si además de venir de lejos en el espacio, vinieran de lejos en el tiempo.

Sigo por un camino improvisado, creo que el mejor dadas las circunstancias, hasta llegar a lo que debió ser un inmenso salón de baile en un inmenso yate, donde unos cuantos miles de podridos-de-dinero bebían sus drogas legales a precio de infarto y se contoneaban hasta desfallecer (aunque, siempre, con elegancia, claro).

Contemplo al mismo tiempo dos realidades distintas; en una veo cómo bailan los presentes, sus trajes, joyas, sus gestos de alegría o tristeza, fingidos o no, sus copas brillantes y pulcras, el olor de perfumes caros...; en la otra hay botellas viejas de ginebra sin abrir, alguna de vodka por la mitad, ..., las copas sirviendo de nido a diferentes insectos, la pintura desconchada, el olor a humedad, la madera podrida...

Y oigo gritos desgarradores..., y me siento estafado, hasta que descubro que proviene de dos extraños seres con aspecto decrépito que fornican en el centro del gran salón y entonces mi decepción desaparece, tornándose satisfacción.

Les susurro la palabra "Caos" al oído, y ambos se vuelven jóvenes, bellos, voluptuosos, y sudan, y jadean, y gimen, y siguen fornicando, oliendo a vida.

Observo en una esquina una escalera, que en principio no da a ninguna parte, pero teniendo en cuenta la normalidad de todo aquello de lo que he sido partícipe durante un buen rato, eso no tiene por qué significar nada, así que me dirijo a ella y la subo, peldaño a peldaño, notando como cada vez se me hunden más los pies en ella, como si fuese nieve o algo parecido. Llego al final y toco con mi dedo índice el muro que, en un instante, se abre ante mí como un agujero negro. Misterioso agujero negro. Si algo he aprendido en mis andanzas es que mirar hacia atrás sólo es interesante cuando te sirve para descubrir algo, y como éste no es el caso, yo me meto por este agujero.

Ya nos veremos...

sábado, 7 de abril de 2007

Esa noche volvía a mi casa oliendo aun a tetrahidrocannabinol y en mi cabeza reaparecían los vórtices por los que la lluvia que chispea, las calles y la resina me hacen dar vueltas de campana.

Extraño juego el de la ciencia. Conocer el enzarzado de factores complejísimos que componen el supuesto cosmos puede llegar a aniquilar este mismo a medida que la ciencia se va acercando al demonio de la exactitud.

Magia o asesinato que quemaría los ojos. Conocer / controlar la posición especifica de los cuerpos es la ingenua dirección a la que se dirige la exótica fórmula de la ciencia. Seamos francos por un momento... No nos parece que llegará a nada, pero, dejemos sorprender y abracemos la posibilidad de nuevos cambios profundos en el conocimiento, conocimiento de mierda.

Dentro de armazones de aluminio, hierro y fibra de vidrio hay miles de mentes trabajando ahora mismo en comprender y destrozar el Misterio de cualquier esencia.

Las ciencias se alinean y se complementan, los factores conocidos en el interior de cada átomo se afilan y el Azar que reinó desde siempre pierde palmos de terreno.

Dejémonos llevar en el tiempo. Vemos como los fractales "espacio-tiempo-probabilidades" del extraño cristal del orden se estiran. Fríos filamentos en el todo que invaden la espontaneidad. Cruzada a niveles en los que nuestra mente ya ha quedado atrás. Infraestructuras de inteligencia artificial autónomas que analizan, miden, catalogan y usan esta energía para seguir expandiéndose....

Los milenios pasan y los síntomas de la Locura empiezan a trascender todo el Entorno. Vómitos entre los agujeros negros que se resisten por su fuerte física. El colapso del todo es inevitable, el todo que finalmente no resiste a su auto-orden y observación. ¿Es esto el éter consciente de sí? Quizá no es más que la peor enfermedad y el colmo de la efervescencia, del Absurdo de siembre. Otro fractal.

La entropía siempre sonríe última.

Y yo volvía a casa bien tarde.