martes, 27 de febrero de 2007

De Glución

...y me caigo, y la cosa es que no recuerdo si me caigo hacia arriba, o me caigo hacia abajo, pero me caigo. No puedo señalar la dirección a la que me dirijo, entonces miro más en mi interior y descubro un cactus, y no puedo coger sus frutos, y me pincho y sangro...

Claramente, el sujeto padece esquizofrenia tipo residual. -dice el Doctor Herman.

...y me levanto, y la cosa es que recuerdo perfectamente en qué dirección se largó mi abuelita con las galletas.

Claramente, deberíamos encerrarle. -continúa el Doctor Herman.

...encerrarme, encerrarme... vaya, ¿quieren encerrarme? así que quieren encerrarme... encerrarme... Ya les daré yo encierro. Les alcanzaré con mis poderosos brazos y...


Bla, bla, bla, ¡está loco! -Doctor Herman, de nuevo.

...una salida, la llaman "línea de fuga" o algo así. La encontré. Debería alegrarme, pero estoy demasiado ocupado sintiendo náuseas de ver mi propio cuerpo por dentro. Qué antro. Debería dejar de comer guarradas. Allí hay un agujero. Voy hacia él. Vaya, esto resbala... empiezo a caerme de nuevo, empiezo a ...

¿Qué es esto? ¡Cuanta luz, joder! ¿Dónde estoy? Me he deslizado a una velocidad pasmosa hacia...

Un medio acuático. Está rodeado de una estructura que, pese a parecerme anteriorme muy brillante, ahora se encuentra oscura. Veo algo carnoso y peludo sobre mí, y en su centro, el agujero por el que acabo de salir. El loquesea del agujero empieza a moverse y...

Es un culo. Pegado a un hombre. Joder.

Acaban de...
Acaban de cagarme. Qué desgarro, qué desarraigo.

Miren, mírenlo. Como siempre. Ahora vuelve a engullir su mierda. Pronto cogerá una infección grave, si no la tiene ya. Debemos llevárnoslo. -explica nervioso el Doctor Herman.

Muy bien, haga lo que tenga que hacer. Pero -dice una voz con gafas de sol completamente negras-, por favor. No me obligue a seguir mirando.

...y me caigo, y la cosa es que no recuerdo si me caigo hacia arriba, o me caigo hacia abajo, pero me caigo.

Nada tiene sentido. Todo se me olvida... ¿dónde estoy? ¿quién soy? Preguntas inútiles cuando lo importante viene a ser...

...volver a casa.

Mirando la misma cara después de la estúpida pregunta, espera.
Espera, espera, espera y espera.
El ángel, sentado, con expresión infantil y risueña sigue con la mirada fija en otra parte. Sigue sonriendo mientras, con expresión dolida y expectante, la niña sigue fija en él.

Y responde. Al fin responde. La respuesta, escueta, seguida de una risita coqueta y una mirada ensoñadora, inquieta a la pobre niña, que se deshace en suposiciones, sospechas y otros delirios.

La respuesta inquieta también a las pecas de la niña.

¡Mi ángel, mi ángel! -piensa ella, mirando al ángel.
¡Mi ángel, mi ángel! -piensa él, mirando, como acostumbra, a otra parte.

Entonces llega Dios y el ángel desaparece. Mira a la niña a los ojos con expresión desdeñosa y le gruñe que la ha estado escuchando, en sus pensamientos, y que se deje de gilipolleces porque los ángeles no existen y ya tiene edad para saberlo, joder.
La niña llora.

¡Qué barbaridad! -exclama una señora mayor.

Un hombre muy barbudo viola a una mujer joven, luego saca una botella con su orina y bendice al niño que acaba de nacer.

¡Qué barbaridad! -exclama una señora mayor.

La larva crece, se automutila y se transforma en adulto. El suave vello del bebé se transforma en una mata de duras espinas que aguijonean la autoestima. El hedor de sus sobacos provoca una mutación en su nariz. Ahora le resulta imposible detectar la pestilencia propia, pero más sencillo centrar sus sentidos en el olor ajeno.

¡Qué barbaridad! -exclama una señora mayor. Pero el adulto, ahora viejo y decrépito la agarra por detrás fuertemente y ella se pone a cuatro patas y entonces el vestido se le levanta revelando que no lleva bragas y él le mete su polla desgastada y tirante por tantas pasadas erecciones y ella se pone a chillar y gemir y jadear y él jadea con ella y se funden en una espiral de amargura y lloran mientras follan y de repente descubren a un señor completamente vestido de negro mirándoles, y éste se ríe. Se descojona delante de ellos y ellos dejan de llorar, y sus caras se convierten en muecas rígidas y su piel se va descomponiendo, enterrados en diferentes agujeros, y los gusanos nacen, comen, crecen, comen, follan, cagan, comen, cagan, follan, mueren, en las cuencas de sus ojos y en los alrededores de sus anos y una nueva larva nace.

viernes, 23 de febrero de 2007

Principios.

El niño gusano se detiene ante la estructura pétrea del Monte Olimpo condensado en un recuerdo. Mordaz desilusión que mantiene la desidia atada a una cuerda, sujetando el adrenalínico estado de ánimo de su espíritu, ahora descendiente. Se siente infame y se sienta. O más bien, se deja caer, sobre el colchón raído e infestado del viejo picadero. Piensa en el tétrico pasado del lugar en el que se haya, y un leve escalofrío le recorre el espinazo. Ahora piensa en ella, y en peces que se autoinmolan. En peces autoinmolándose. Y la desidia le posee de nuevo y ya no piensa, la realidad se tambalea ante sus ojos. Quizá todo esto esté pasando de verdad, o quizá este sucio y húmedo, lloroso y arrastrado ser esté demasiado puesto de LSD como para acordarse si quiera de ello.

Sonríe, atontadamente, y se mira sus propias manos, que le chorrean, escurriéndose hacia el colchón y siendo absorbidas por éste, que empieza a adquirir el conocido tono anaranjado, tantas veces protagonista de su vida reptante.