martes, 27 de febrero de 2007


¡Qué barbaridad! -exclama una señora mayor.

Un hombre muy barbudo viola a una mujer joven, luego saca una botella con su orina y bendice al niño que acaba de nacer.

¡Qué barbaridad! -exclama una señora mayor.

La larva crece, se automutila y se transforma en adulto. El suave vello del bebé se transforma en una mata de duras espinas que aguijonean la autoestima. El hedor de sus sobacos provoca una mutación en su nariz. Ahora le resulta imposible detectar la pestilencia propia, pero más sencillo centrar sus sentidos en el olor ajeno.

¡Qué barbaridad! -exclama una señora mayor. Pero el adulto, ahora viejo y decrépito la agarra por detrás fuertemente y ella se pone a cuatro patas y entonces el vestido se le levanta revelando que no lleva bragas y él le mete su polla desgastada y tirante por tantas pasadas erecciones y ella se pone a chillar y gemir y jadear y él jadea con ella y se funden en una espiral de amargura y lloran mientras follan y de repente descubren a un señor completamente vestido de negro mirándoles, y éste se ríe. Se descojona delante de ellos y ellos dejan de llorar, y sus caras se convierten en muecas rígidas y su piel se va descomponiendo, enterrados en diferentes agujeros, y los gusanos nacen, comen, crecen, comen, follan, cagan, comen, cagan, follan, mueren, en las cuencas de sus ojos y en los alrededores de sus anos y una nueva larva nace.

No hay comentarios: