viernes, 23 de febrero de 2007

Principios.

El niño gusano se detiene ante la estructura pétrea del Monte Olimpo condensado en un recuerdo. Mordaz desilusión que mantiene la desidia atada a una cuerda, sujetando el adrenalínico estado de ánimo de su espíritu, ahora descendiente. Se siente infame y se sienta. O más bien, se deja caer, sobre el colchón raído e infestado del viejo picadero. Piensa en el tétrico pasado del lugar en el que se haya, y un leve escalofrío le recorre el espinazo. Ahora piensa en ella, y en peces que se autoinmolan. En peces autoinmolándose. Y la desidia le posee de nuevo y ya no piensa, la realidad se tambalea ante sus ojos. Quizá todo esto esté pasando de verdad, o quizá este sucio y húmedo, lloroso y arrastrado ser esté demasiado puesto de LSD como para acordarse si quiera de ello.

Sonríe, atontadamente, y se mira sus propias manos, que le chorrean, escurriéndose hacia el colchón y siendo absorbidas por éste, que empieza a adquirir el conocido tono anaranjado, tantas veces protagonista de su vida reptante.

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