miércoles, 2 de mayo de 2007

Huele a sudor. El tacto es húmedo y el sabor salado y ácido al mismo tiempo. Una acidez que se queda impregnada en cada una de tus papilas gustativas y permanece en los cilios de tu epitelio olfativo aún después de algunas horas.

Después de un buen rato, tus dedos se arrugan, lubricados. La mucosa los envuelve. Probablemente tu barbilla también esté contagiada de estas sensaciones que maravillan la superficie medial del lóbulo temporal y la cara anterior de la circunvolución central posterior del lóbulo parietal de la corteza somatosensorial de tu cerebro.

La adrenalina se dispara cuando el permiso es dado, incluso sin palabras. Cada convulsión, cada jadeo o gemido producen en ti una expectación desaforada.

La explicación es sencilla: deseas su orgasmo como ella misma.

3 comentarios:

Hembra Radiactiva dijo...

Oralmente impúdico. ¡Levántame la falda, levántame la falda!

www.rompetuordenador.blogspot.com

(Tetas al amanecer)

Unknown dijo...

muy bueno.

Anónimo dijo...

Yo creo que tu sabias que este texto me gustaria =P